La noche del viernes fue asesinado el doctor Librado de la Torre Campos, especialista en trasplantes de riñón, afuera de una vinatería en la avenida López Mateos, esquina con Miguel de la Madrid, en Guadalajara.

En redes sociales, pacientes suyos —hombres y mujeres que volvieron a vivir gracias a un riñón trasplantado por sus manos— han expresado dolor, gratitud y rabia.
Su familia, que lo acompañaba esa noche, hoy llora el vacío que deja un hombre que salvaba vidas.

Y, sin embargo, su asesinato amenaza con diluirse en la indiferencia, porque el doctor Librado no era un político encumbrado, ni una influencer como Valeria Márquez.
No tenía una marca personal, ni miles de seguidores. Tenía algo más valioso: conocimiento, compromiso con la salud pública, una vida dedicada a los demás.

Aún no se conocen las causas de su asesinato. Pero en un estado donde siguen impunes crímenes de alto perfil, ¿qué se puede esperar para un ciudadano común, aunque haya sido un héroe anónimo?

Mataron al doctor… Si no alzamos la voz, también matarán su memoria.

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